octubre 14, 2025
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En 2026, 90 escuelas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se sumarán a la reforma educativa Secundaria Aprende

El año que viene 90 escuelas porteñas se sumarán a Secundaria Aprende, la reforma educativa impulsada por el Ministerio de Educación de CABA. Los rectores de esas secundarias ya están participando de reuniones y encuentros formativos para implementar en 2026 los lineamientos de la reforma que en marzo de este año empezó a implementarse en 33 escuelas “pioneras”.

Con la incorporación de estas nuevas escuelas –48 estatales y 42 privadas, de todos los barrios de la ciudad–, Secundaria Aprende llegará a unos 37.000 estudiantes, que se sumarán a los 15.000 que hoy cursan en las escuelas pioneras. Hasta ahora, todas las instituciones se incorporaron de manera voluntaria al programa.

El objetivo oficial es que para 2027 se acoplen las 170 secundarias estatales de la ciudad, según informó el Ministerio de Educación este miércoles en una ronda de prensa en la que participaron la ministra Mercedes Miguel y los subsecretarios Inés Cruzalegui (Gestión del Aprendizaje) y Oscar Ghillione (Planeamiento e Innovación Educativa).

El marco general de la reforma define cuatro principios fundamentales para la transformación de la secundaria porteña: integración de los aprendizajes, desarrollo de capacidades, avance continuo y autonomía estudiantil. Algunos de esos ejes implicaron cambios en el régimen académico y en el reglamento escolar. En cambio, no se modificó el Estatuto del Docente ni el diseño curricular de la “Nueva Escuela Secundaria” (vigente desde 2015): los contenidos son los mismos, pero la propuesta impulsa una reorganización del trabajo docente y del formato escolar. Desde el ministerio enfatizaron que el equipo directivo y docente de cada una de las 90 escuelas deberá definir su propia hoja de ruta dentro de ese marco.

Más allá de la diversidad de recorridos y de velocidades que asuma cada escuela, los “irrenunciables” de la reforma incluyen la “integración de los aprendizajes” por medio de la creación de espacios interdisciplinarios que vinculen distintas materias. Así, quedan por un lado las tres materias troncales –Lengua y Literatura, Matemática e Inglés–; por otro lado, los talleres (para las áreas de Tecnología y Educación Artística) y los laboratorios (donde se nuclean materias afines, como Historia, Geografía y Formación Ética y Ciudadana, en un mismo espacio de “Ciencias Sociales”), que habilitan itinerarios más “flexibles” para los alumnos y formas alternativas de agruparlos (por ejemplo, por niveles de avance y no por edad).

En algunos casos, los talleres y laboratorios proponen recorridos diferenciados para que los chicos elijan lo que quieren cursar, pero sin renunciar a los saberes de cada disciplina previstos en el diseño curricular, aseguraron los funcionarios. De hecho, los estudiantes y sus familias no notaron cambios en el diseño de los boletines, donde la lista de asignaturas sigue siendo la misma, aunque sí se modificó la forma de definir la calificación (por ejemplo, si Historia y Geografía se enseñaron y se evaluaron juntas en un mismo laboratorio, probablemente el estudiante tendrá la misma nota en ambas). La escala de notas también cambió: del 1 al 5 (es decir, los desaprobados) ahora se denominan “en proceso”, y los aprobados se califican del 6 al 10.

La categoría de “en proceso” para los estudiantes que no alcanzaron el objetivo tiene que ver con otro de los “irrenunciables” de la reforma: el avance continuo, que implica el fin de las materias previas y de la repitencia del año completo. Para garantizar ese avance, cada escuela definió distintos formatos para que los estudiantes “intensifiquen” los contenidos que no lograron aprender. Los funcionarios destacaron como un elemento central de la nueva propuesta los “planes de aprendizaje” bimestrales que cada escuela debe diseñar para cada estudiante.

En esa tarea resulta clave el rol del “profesor acompañante de trayectorias” (PAT), una función que pueden asumir distintos docentes y que, como una suerte de tutor, acompaña de manera personalizada a un grupo de estudiantes. En algunas escuelas pioneras, fueron los propios alumnos quienes eligieron qué profesor querían que los acompañara desde ese rol. Cada plan tiene cuatro etapas, según la propuesta que el ministerio tomó del educador colombiano Julio Fontán (y que Mercedes Miguel ya aplicó en la escuela de River): punto de partida, investigación, producción y relación (la evaluación final).

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